viernes, 22 de septiembre de 2017

El cielo / Wilslawa Szymborska





Por ahí habría que haber empezado: el cielo.
Ventana sin alféizar, sin marco, sin cristales.
Un hueco, nada más que un hueco,
pero abierto de par en par.

No tengo que esperar una noche clara
ni levantar la cabeza
para mirar el cielo.
Lo tengo a mis espaldas, a mano, en mis párpados.
El cielo me envuelve por completo
y me eleva.

Ni las montañas más altas
están más cerca del cielo
que los valles más profundos.
En ningún lado hay más cielo
que en otro.
Tan brutalmente aoprimida por el cielo
está la nube como la tumba.
Tan en las nubes está el topo extasiado
como las lechuzas que agita sus alas.
Aquello que cae al abismo
cae del cielo al cielo.

Arenosas, fluidas, rocosas
inflamadas y volátiles
extensiones de cielo, migajas de cielo,
bocanadas y montones de cielo.
El cielo está omnopresente
hasta en la oscuridad  bajo la piel.

Como cielo, defecto cielo.
Soy trampa en la trampa,
un habitante habitado,
soy un abrazo abrazado,
una pregunta en respuesta a una pregunta.

Dividirlo en el cielo y tierra
no es la forma adecuada
de pensar en este todo.
Permite tan sólo vivir
en una dirección más exacta,
más rápida de encontrar
en caso de que me busquen.
Mis señas personales
son el éxtasis y la desesperación.



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